Cuando dejé mi vida en Santiago y organicé mi cabaña, dejé un escritorio en mi pieza, con vista a la pradera, una vista maravillosa, pensando en escribir ahí, con inspiración divina. Tal vez esta es mi oportunidad.
Vivo en modo búsqueda, inspirada, con la sensación de que “lo mejor está por venir”. Todos los días tengo esa sensación de lanzarme al vacío, y esperar que los escalones se vayan armando, mostrándome un nuevo camino al andar.
Siento que si estoy aquí, en este maravilloso lugar, es por algo también maravilloso, y mi alma siente que en cualquier momento esa obra se empezará a armar.
Pongo mi alma al servicio del Universo, de este texto, de este momento, de este plan. Desde mi, con amor. Y que salga lo que tenga que salir.
Este fin de semana vinieron mis hijas a visitarme, mesa llena de cosas ricas, sobremesas, risas, confidencias, cantos, juntas arreglamos el mundo.
Cuando ellas eran pequeñas, mi vida y mis circunstancias me permitieron ser mamá a tiempo completo. Pero al mismo tiempo, y en un contrasentido una “mujer mantenida”. Lo cual fue mi lucha interna, me sentía incompleta, algo me faltaba, una voz interna pedía algo más. Intentaba reinventarme, y fracasaba, por un sentido de inmediatez, lo quería todo ya.
No le daba el tiempo de fragüe. Ni tampoco disfrutaba del camino.
Intolerancia a la frustración, como una niña chica con pataleta.
Ahora, a mis 48 años, digo paso a paso, peldaños a peldaño, batalla simple a batalla media a batalla ruda, todo tiene su tiempo, su espacio, su ritmo, su dificultad.
Nada en la vida es al azar, todo es un ciclo sin fin, en progreso creciente y constante.
Ahora que ya ha pasado un tiempo, soy capaz de ver, y mirando hacia atrás, recuerdo una tirada de Tarot, me salió una carta muy bella, ocho de pentáculos, y solo hoy me hace un sentido fabuloso.
Me ha tomado años construir mi sendero, y ha sido a pasos pequeños, con logros simples, nada pretencioso, pero aclaro que no tuve elección, la vida ha sido así, se me ha dado así.
No lo elegí, solo fue, un paso a la vez, pero certeramente. Nada es forzado, todo es natural, llega a mis manos como un toque de gracia. Y aquí quiero detenerme en el agradecimiento, es vital, es lo que me permite seguir creciendo, es lo que me llena de oportunidades.
Un ejercicio diario, un ejercicio consiente, gracias a la vida que me da tanto, tanto, tanto.
Por Viajera sin límites